40 años del sismo de 1985: memoria y resiliencia en la CDMX

19 de septiembre del 2025

Este viernes se cumplen 40 años del devastador sismo de 1985 que sacudió la Ciudad de México, dejando una huella imborrable en la memoria colectiva. Más allá de los daños materiales, el terremoto resquebrajó la confianza en las instituciones y despertó una conciencia social que se expresó a través del arte y la solidaridad.

El trauma cultural y la memoria colectiva

La historiadora del arte Dina Comisarenco identifica este evento como el inicio de un trauma cultural, un golpe colectivo que alteró identidades y obligó a la sociedad a relaborar su memoria. Este proceso se reflejó en símbolos, relatos y expresiones visibles en el espacio público, donde el arte se convirtió en un medio para elaborar el dolor y la tragedia compartida.

El arte como herramienta de resistencia

En ese contexto, surgieron espacios como la galería Frida Kahlo de la Unión de Vecinos y Damnificados 19 de Septiembre, y la galería Benita Galeana en el Sindicato de Costureras, donde se reunieron performances, asambleas y colectivos feministas. La expresión creativa no era un lujo, sino un lenguaje compartido para procesar la devastación.

Murales que narran la tragedia

Pocos artistas representaron de forma explícita la tragedia, pero murales como La historia jamás contada de Ariosto Otero, Homenaje al rescate de José Chávez Morado, Tlatelolco 1985: Sismo y resurrección de Nicandro Puente, y Tlatelolco, lugar del sacrificio de Arnold Belkin, dieron forma al dolor y lo fijaron en la memoria colectiva. Estas obras se convirtieron en símbolos que todos podían reconocer, permitiendo a los sobrevivientes y sus descendientes decir: aquí estuvimos, aquí seguimos.

El legado perdurable

La clave de la permanencia de estos murales radica en que permitieron procesar colectivamente el impacto del sismo, transformando una herida profunda en un relato compartido. Cada muro pintado fue más que una superficie: fue una herida hecha relato, un testimonio de resistencia y memoria que sigue vivo en la ciudad.

A 40 años del 19 de septiembre de 1985, la cicatriz sigue presente, pero también lo está la fuerza de una comunidad que, entre ruinas, encontró en la solidaridad y en la creación artística un medio para levantarse.